Enlace de descarga: Compasión y Reconciliación
En el mes de noviembre de 2018, observé con gran interés el movimiento de una Caravana de personas de Honduras y otros países de Centroamérica hacia la frontera de los Estados Unidos. Digo “observé” porque los noticieros en televisión estaban llenos de imágenes de la difícil situación de los viajeros. Durante el resto del mes y todo diciembre, ví imágenes de los migrantes que llegaban a la frontera en Tijuana. Hombres que escalaban a la cima del muro que divide a los Estados Unidos y México, mujeres y niños suplicando que alguien escuchara sus dificultades. Me enteré de niños que morían. Tuve muchas emociones fuertes, entre ellas la decepción, el engaño, la tristeza y la compasión: la decepción y el engaño cuando experimenté la impotencia de mi propio país al no recibir y acoger a estos solicitantes de asilo necesitados y asustados. ¡La tristeza y la compasión desgarraron mi corazón! ¡Me sentí igual a ellos con todo mi ser! ¡Imagino que muchos de ustedes internamente también se sintieron así!
Eso me llevó a reflexionar sobre cómo me relaciono y reacciono ante el mundo que me rodea y aplico los principios que están integrados e implantados en los corazones de todos los seres humanos por nuestro creador común, nuestro Dios, especialmente los de Reconciliación y Compasión. Estos valores se encuentran en el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Torá, el Corán y otros libros sagrados de grupos religiosos en todo el mundo. (Salmo 103:8,13; Isaías 49:15; Mateo 14:14, Alcorán 19:97, etc.). Tanto la compasión como la reconciliación son palabras que hablan de las relaciones y los sentimientos profundos. Uno no puede reconciliarse por sí mismo, ni puede ser compasivo separado de los demás. Las siguientes dos historias de las Escrituras nos tocan el corazón y nos hablan de esa realidad.
Aunque las palabras reconciliación y compasión no se usan específicamente en las dos historias de la Biblia, José y sus hermanos (Génesis, 37-46) y El hijo perdido (Lucas 15: 11-32), las historias hablan profundamente de ambas en las acciones que se llevan a cabo. José tenía todos los motivos para sentir rencor y no perdonar que sus hermanos lo hayan vendido a la esclavitud. Lucha por perdonarlos, pero se reconcilió cuando vió que su padre y toda su familia se mudaron a Egipto. Más tarde, después de la muerte de su padre, los hermanos, angustiados por lo que José les haría en caso de albergar venganza, aliviaron su temor y ansiedad cuando José, en su profunda compasión, los trató con bondad, como una familia unida y en paz.
En la para bola del hijo perdido (pródigo), el hijo menor rechazó el amor del padre y eligió vivir su vida de la manera que él quería. El padre, desconsolado, anhelaba el regreso de su hijo, que ya lo había perdonado en su propio corazón. Cuando vió a la distancia que el hijo venía, el padre sintio compasión por él, lo abrazo y con alegría lo volvió a recibir en la familia. Esta poderosa historia muestra la tremenda alegría tanto de las relaciones humanas reconciliadas como de los efectos de un acto de compasión.
Les pido que vuelvan a leer esas historias y descubran la esencia de la compasión y la reconciliación. Ambas tratan de relaciones: relaciones profundas y sanas que se rompen más alla de lo reparable, pero que se restauran gracias a la capacidad de ambas partes para perdonar y ser indulgentes, para buscarse con verdadera compasión y sanación, uniendo y creando paz y comunidad.
Reflexión
Comunidad:
Como personas comprometidas con hacer que el amor de Jesús sea tangible en nuestro mundo actual, ¿las prácticas migratorias injustas, las dificultades de las mujeres, la discriminación y otras situaciones nos conmueven hacia la compasión y la reconciliacioón?
¿Hemos vivido la compasión y la reconciliación que nos conduzcan hacia acciones positivas, un sentido de relaciones restauradas, de paz, unidad y comunidad?
Individual:
¿Me resulta más fácil perdonar que reconciliar?
¿Me experimentado la reconciliación que conduce a un cambio profundo, duradero y positivo en una relación en mi vida? De no ser así , ¿qué fue lo que faltó para conducir a eso?
¿Cuándo fue la última vez que sentí una compasión profunda dentro de mi ser? ¿Cuál fue mi respuesta?
Por Sr. Juanita Albracht.
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