Por diferentes razones he tenido muchas conversaciones con y sobre la juventud en las últimas semanas. Al seguir conociendo a más jóvenes y jóvenes adultos, no deja de sorprenderme la creatividad, la energía y el corazón que tienen. Una habilidad para generar y un profundo deseo de trascender. El estar con ellas y ellos me llena de vida.
Por otro lado, tampoco me deja de sorprender la facilidad con que las generaciones de quienes no son jóvenes o tan jóvenes siguen (yo también, en ocasiones) juzgando a la generación por diferentes motivos. No hay por dónde hacerles ver que simplemente tienen formas diferentes de estar en el mismo contexto, y que también son válidas.
Recientemente tuve una conversación que me llegó a lo profundo del corazón. Una persona “mayor” se dirigió a una estudiante universitaria diciéndole “tu generación está perdida, y además se la pasan en el celular y no saben comunicarse” la “joven perdida” explicó por qué ella pasa tanto tiempo en su celular. Nos contó una gran parte de su vida y terminó con la frase que hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas “entonces mucha gente no se da cuenta que a veces no sabemos relacionarnos, y nos refugiamos en el celular, porque crecimos solos”
Hablar de Encarnación es hablar de humanidad, lo que necesariamente nos obliga a salir de nosotras mismas para encontrar a la persona en donde se encuentra y acogerla con todo lo que es. Vivir la Encarnación entre las y los jóvenes no puede darse si no estamos dispuestas a dejar de juzgar y a sentirnos invitadas por sus formas que a veces nos parecen tan ajenas. ¿Qué has hecho últimamente para intentar entender a una generación diferente a la tuya? ¿Cuánto tiempo pasas con alguien mayor o menor que tú, fuera de tu familia, con interés de aprender?
Por Sor Adriana Calzada.
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