Agitación a nivel nacional, un llamado de alarma pidiendo comprensión y compasión— ir más allá “mandar pensamientos y oraciones”.
El relato evangélico nos dice que el Buen Samaritano tuvo compasión del hombre que había sido atacado por ladrones y eso lo llevó a ponerse en acción y a rescatar a este hombre. Los demás pasaron de largo, pues no estaban dispuestos a interrumpir su vida. El samaritano seguramente se preguntó: “¿Qué le pasará a este hombre si no me detengo y le ayudo?”.
Para nosotros hoy, la “compasión” incluye sentimientos intensos y ese fue el propósito de las recientes demostraciones y reuniones de oración para pedir por los civiles y los policías que fueron víctimas de ataques. Tal vez todo eso es necesario, pero los sentimientos van y vienen.
Para motivarnos y motivar a otros a ponerse en acción, se requiere comprensión.
Por una parte, es necesario reconocer que en la sociedad hay desigualdad. El proverbial: “faro trasero roto” es sintomático de las condiciones de los pobres que tienen que elegir entre mandar hacer esta reparación menor o comprar gasolina para poder llegar a trabajar ese día y así poder pagar por algo de comer esa noche.
La creciente interacción con la policía durante lo que normalmente sería un alto habitual en un semáforo, refleja la zona de guerra cultural en la que viven algunos de nuestros compatriotas.
En primer lugar debemos reconocer/entender que los pobres y marginados viven en un mundo muy distinto, casi en un país extranjero, al mundo en que viven los estadounidenses de clase media. Hoy en día, incluso ellos están luchando, con la presión de mantener la vida a la que están acostumbrados. Pero los pobres enfrentan un desafío diario aún más crítico: ¡sobrevivir!
Tenemos la esperanza de que, con comprensión, la compasión nos llevará a preguntarnos: ¿Qué va a pasar si no me detengo y ayudo? El buen samaritano, una figura de Cristo, se puso en acción. Nosotros tenemos que hacer lo mismo.
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