Por Sor Teresa Maya – Septiembre 2019.
Vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario.
Lecturas: Amos 6: 1, 4-7; Salmo 146: 7-10; 1 Tm 6: 11-16; LCWR 16:19-31
Estamos reunidas hoy para acompañar a nuestras jubilarias, que este fin de semana iniciaron su año jubilar con un retiro. Escucharlas compartir sobre su camino ha sido un verdadero privilegio.
Las lecturas de este domingo, son un verdadero reto. Se podría decir que es el día que nos advierte sobre no acomodarse en el sillón de la tele. Habría que pensar en los lugares acomodados de nuestra vida que tenemos que dejar.
¿Cómo nos ubicamos en los relatos de la sagrada escritura de hoy? ¿Cuál de los personajes somos?
Tendríamos que reflexionar, cuál de los personajes mencionados somos, el hombre rico, Lázaro, los acomodados que menciona el profeta Amos, o los que guardan la fe como dice el Salmo. Tal vez, hemos sido todos, pero hoy, ¿con cuál nos identificamos?
Al escuchar a las hermanas jubilarias, estoy asombrada de sus relatos, sus luchas y tentaciones, el perdón que han ofrecido, sus errores. Han sido ambos- el hombre rico y también Lázaro.
Nuestras hermanas jubilarias nos ofrecen el testimonio de una vida de fe. Han aceptado el exilio, han aceptado estar “incomodas” por el llamado de Dios. Ellas saben que son llamadas a la vida eterna por que hicieron una “noble profesión.” Hoy inicia la celebración de acción de gracias por este camino.
Me pregunto porqué Lazaro tiene nombre, y el “hombre rico” no. Los nombres importan. Tal vez porque hay tantas formas de vestir de púrpura y lino, celebrando espléndidas fiestas. Podemos cenar con nuestras convicciones asegurándonos de que aquellos con los que no estamos de acuerdo no se sienten en nuestra mesa y no sean parte de nuestras conversaciones. O, estamos tan ocupados que vemos muy compleja la realidad de los Lazaros de este mundo, después de todo ¿qué podría hacer yo?
Sin embargo, estamos reunidas hoy con estas hermanas CCVI, nuestras jubilarias que han dado testimonio de una vida de escucha. Mujeres que han escuchado a Moisés y los profetas, y a Aquel que resucitó de entre los muertos. ¡Qué regalo estar hoy con ellas! Gracias hermanas porque nos demuestran que esta vida de fe, de un compromiso de escuchar a Dios es posible; no fácil, pero sí posible.
He escuchado su compartir, que una vida de fe es posible, siempre y cuando se puedan reconocer los “sofás” en los que nos acomodamos, podamos aceptar el exilio y la falta de comodidad que esta vida exige, que podamos buscar asegurar la justica para los oprimidos, y darle de comer al hambriento. Con una compromiso, una comunidad que nos reta y acompaña, y una fe en el Dios encarnado presente entre nosotras.
Podemos seguir nuestro llamado a ser hombres y mujeres que hacen justica, que escuchan las palabras del Resucitado, SOLO si confiamos que este camino se tiene que hacer con otros/otras y para los demás. Así escuche a las jubilarias, su historia es una historia de acompañamiento. Hay tantos nombres en su vida, que su gratitud se extiende a todas las personas que caminaron con ellas.
Gracias hermanas por su testimonio a todas nosotras. Esta comunidad hoy reunida es bendecida en su jubileo, en su gratitud.
Que su año esté lleno de gracia. Que este doble jubileo que celebran- el 150 de la Congregación y el suyo- las haga testigos fieles de una vida para Dios y un corazón para los demás.
Cuentan con nuestra oración y gratitud.
¡Alabado sea el Verbo Encarnado! En cada una de ustedes.
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