Carmelita, como la llamamos, es una mujer muy significativa para muchas Hermanas peruanas y su pueblo. Su testimonio -en estas líneas- ahonda la espiritualidad y su compromiso con la no violencia: su modo para hacerle frente a un sistema de estructuras violentas, de desigualdades e injusticias.
La hermana María del Carmen Monroy CCVI, nacida en México, llegó al Perú hace casi 27 años para hablarnos -con su vida- que solamente de manera inclusiva podemos impulsar verdaderas comunidades que buscan construir el Reino de Dios aquí y ahora.
Desde los inicios de mi Vida religiosa en el año de 1974 se me fue formando en un espíritu corporativo en donde tenía una palabra que decir o experiencias de vida para compartir, pero también recibí mucha riqueza en el contacto de mis Hermanas mayores que desde su enfermedad o ancianidad me inquietaban para buscar mas allá de lo que mis ojos veían. Fueron tiempos difíciles pero al mismo que nos retaron, nos fueron abriendo caminos nuevos por recorrer, recuperando poco a poco esa vida que por el tiempo se había dormido.
Puedo decir con sinceridad y gratitud que he sido muy afortunada ya que mi vida se asemeja de alguna manera a la de Abraham que fue invitado a salir de lo que conocía, para ir en busca de la realización de las promesas de Dios de hacerlo padre de un gran pueblo: yo también salí de mi tierra y me puse en camino hasta el día de hoy, buscando día a día las señales de su presencia creadora.
Al tomar conciencia de la diversidad pude experimentar mucha alegría, el saberme diferente me animó a buscar formas creativas para el encuentro. Aquí se me confirmó que la Santísima Trinidad ha tenido a bien poner su morada entre nosotr@s, para expresar al mundo y a la Iglesia que es posible el amor, la reconciliación, la acogida tierna como presencia tangible de Dios.
Durante estos 40 años como una Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado, he escuchado el llamado continuo para vivir la unidad en la diversidad, a crear puentes de comunión y participación; esto me ha permitido inspirarme en mi camino espiritual por la contemplación de cuatro iconos: El Arca de la Alianza, el de la Santísima Trinidad, La Encarnación del Verbo y Pentecostés. Cada uno ha sido muy importante ya que ellos me siguen motivando para buscar que la vida comunitaria sea fecunda en vida y testimonio.
El haber tenido la oportunidad de vivir en diferentes comunidades tanto a nivel nacional como internacional, ha venido a ser una gran riqueza en mi vida ya que ha ampliado mis horizontes, me ha abierto mas a la multiculturalidad la que he asumido con todos sus retos, pero también como una oportunidad para ser protagonista de la historia, no solo congregacional sino también como Iglesia, en el mundo y como parte de este cosmos.
Ha sido en el ámbito comunitario en donde se ha revitalizado mi sentido de pertenencia y espíritu misionero, escuchando continuamente la Palabra del Evangelio de San Lucas haciéndolas mías:
Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor ( Lc. 4, 18-19 ).
¡Qué fortaleza se experimenta al comprobar que la Palabra da sentido a nuestro vivir cotidiano como personas y como comunidad. Es este Dios de la Vida quien nos sostiene en un abrazo que rebasa el tiempo! porque al mirar hacia atrás me doy cuenta que la Palabra ha estado con nosotras desde los inicios de la Congregación: Cuando en 1866 el Obispo Claudio María Dubuis solicitó ayuda y las primeras Hermanas vinieron a Galvenston . Cuando las Hermanas Madeleine, Pierre y Agnes se enfrentaron al accidentado camino hacia San Antonio Texas en 1869; cuando nuestras Hermanas salieron de San Antonio en 1885 para llevar la Palabra, y encontrarla, en la gente de México, Perú, Guatemala, Irlanda y Zambia.
Y como en un principio, hoy y siempre; Dios dice la Palabra, Dios dice nuestra vida en un ahora siempre presente. Todos los día recibo invitaciones para decir sí, para traer a Cristo y compartirlo con tod@s. Respuestas positivas puedo darlas de manera silenciosa, sonriendo a extraños en donde les encuentre, aceptando alegremente a personas o hechos inesperados; respetando y apreciando al diferente, escuchando con mi corazón y con mis oídos, dejando ir los sentimientos negativos, estando abierta a nuevas ideas, tratando algo diferente, reemplazando la ansiedad con confianza en el Verbo Encarnado que lo sabe y ama todo.
Originalmente publicado en el blog de la Oficina Congregacional de Justicia, Paz e Integridad de la Creación.
En el encabezado: Sr. María del Carmen Monroy, CCVI.
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