Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría: resuenan las trompetas para el Señor. ¡Aleluya!
Según la Sagrada Escritura, la Ascensión de Jesús es el momento en que Cristo se va de la Tierra y llega a la presencia de Dios. El relato en los Hechos de los Apóstoles ocurre 40 días después de la Resurrección:
Jesús, en compañía de sus discípulos, es elevado ante sus ojos después de que él les pidiera que permanecieran en Jerusalén hasta la llegada del Espíritu Santo; cuando él asciende, una nube lo oculta a su vista y dos hombres vestidos de blanco aparecen para decirles que él regresará “de la misma manera en que lo vieron ir al Cielo”.
San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, describe cómo ocurrió en realidad la Ascención de Jesús a los Cielos:
En mi primer libro, querido Teófilo, hablé de todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar. Al final del libro, Jesús, lleno del Espíritu Santo, daba instrucciones a los apóstoles que había elegido y era llevado al cielo.
De hecho, se presentó a ellos después de su pasión, y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. «Ya les hablé al respecto, les dijo: Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.»
Los que estaban presentes le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
Les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer los plazos y los pasos que solamente el Padre tenía autoridad para decidir. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.» Dicho esto, Jesús fue levantado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista.
Ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les han llevado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.» (1 HECHOS DE LOS APÓSTOLEs 1:1-11)
San Marcos describe la despedida de Jesús antes de ascender al cielo:
Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”.
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. (Marcos 16:15-20)
Oración de San Pablo:
Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales,1 muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no solo en este mundo, sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo,[a] y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo. (Efesios 1:17-23)
REFLEXIÓN
Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría: Resuenan las trompetas para el señor. ¡Aleluya!
Todos los pueblos, aplaudan, alaben a Dios con gritos de gozo, pues el SEÑOR, el Altísimo, el maravilloso, es el gran rey sobre toda la tierra.
Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría: Resuenan las trompetas para el señor. ¡Aleluya!
Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría; El SEÑOR, en medio de gritos de alegría. Canten alabanzas a Dios, canten sus alabanzas; canten alabanzas a nuestro rey, canten sus alabanzas.
Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría: Resuenan las trompetas para el señor. ¡Aleluya!
Ya que Dios es el rey en toda la tierra; canten himnos de alabanza. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Dios sube a su trono en medio de gritos de alegría: Resuenan las trompetas para el señor. ¡Aleluya!
Jesús se despide: “Vayan a enseñar a todas las naciones, dice el señor; Yo estaré con ustedes siempre, hasta el final de los tiempos”. Mateo 28:19a, 20b
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