Homilía de Domingo de Ramos

por Mar 23, 2018Blog, Liturgia0 Comentarios

Palm Sunday Homily

Con mucha ternura, con mucho cariño, poco a poco, con mucho cuidado, mirándolo a los ojos. Con sus manos, tocándolo. Seguramente ésta fue la manera en que la mujer, arriesgando todo vino a ungir a Jesús.

Esta mujer, de quien Marcos no nos dice su nombre, es capaz de reconocer en Jesús a su Señor.

En este acto de profunda intimidad, seguramente a Jesús se le movieron sentimientos y tuvo recuerdos de escenas que vivió anteriormente.

Yo quiero imaginarme que en ese momento, Jesús recordó a aquella viuda que había visto cuando estaba con sus discípulos en el templo y ella entregó todo lo que tenía para vivir.

Seguramente también está en el recuerdo de Jesús, en ese momento, aquella mujer que no podía curarse de sus hemorragias de tantos años y arriesgándolo todo, también ella, logró tocar a Jesus y ser sanada por su fe, en palabras de Jesús.

Quizá Jesús también está recordando en este momento a la mujer sirofenicia con quien tuvo un diálogo bastante peculiar en el que la mujer, de una manera muy creativa y con mucha humildad de su parte, logró que algo se transformara en el corazón de Jesús abriéndose a algo nuevo.

Ciertamente, la escena de la mujer ungiendo a Jesús, incomoda a quienes están presentes, hace que cuestionen y se molesten. Hoy en día también incomodaría a más de uno.

Sin embargo, la respuesta de Jesús es tajante:

Déjenla, porque ella ha hecho lo que ha podido.

Quiero pensar que en este acto Jesus se sintió enviado, se supo una vez más confirmado y pudo una vez más seguir con su misión.

Recordemos que ya estamos en Domingo de ramos, y esta narrativa se da dentro de la Pasión, estamos ya muy cerca del calvario.

Jesús sigue el camino.

Más adelante vamos a escuchar una frase que conmueve en los labios de cualquier persona, pero cuando vienen de los labios de Jesús, llegan a lo profundo de una manera diferente.

Jesús, en su angustia, nos dice “me siento triste hasta el punto de morir,” es muy impresionante escuchar esto en la boca de Jesus. Me siento triste hasta el punto de morir.

Cuántas veces, nosotros, nosotras, nos hemos también sentido tristes hasta el punto de morir.

Cuando un ser querido ha perdido la vida, cuando una relación significativa en nuestro vida termina, cuando nuestros sueños se han visto desmoronados. También nos hemos sentido así y que Jesús mismo se exprese de esta manera abre la posibilidad para que nos comuniquemos con Él de corazón a corazón. Para que nos encontremos con Él en nuestro dolor.

Detengámonos un poco en este dolor.

Miremos nuestra realidad. Salgamos de nuestra realidad personal para mirar la social.

Por donde miremos existe la violencia, injusticia, corrupción, parece que eso no para, hay desaparecidos… hay muerte, hay una guerra que estamos viviendo y es muy dolorosa.

Hoy pienso que la frase de Jesús nos sirve de invitación para preguntarnos “A ti ¿esta realidad también te duele? ¿Te cuestiona? ¿Eres capaz de sentirte triste por esta realidad de muerte que nos rodea? ¿O eres indiferente a ella?

Yo pienso que Jesús el día de hoy nos hace la invitación a preguntarnos ¿qué podemos hacer? Así como dijo de la mujer “ella ha hecho lo que ha podido,” ¿qué es lo que vamos a hacer tú y yo para que Jesús también diga de nosotros “ellos han hecho lo que han podido”?

Jesús volvió a la oración y en la oración profunda e íntima con su Padre una vez más fue confirmado, no sin pasar por miedo, no sin sentir angustia como dije antes. Fue confirmado en que tenía que seguir adelante. Y salió.

Vamos más adelante, Jesus es condenado, apresado, crucificado. Jesús muere.

Jesús muere y está en la cruz.

Y, ¿a quiénes observamos de lejos contemplando? A las mujeres que le habían seguido.

Están de lejos contemplando, así nos dice Marcos, y hoy nos podemos preguntar, ¿por qué están lejos? ¿Qué quiere decir esto? ¿Por qué no están al pie de la cruz?

Puede ser que hayan experimentado mucho miedo, ¿quién no experimentaría mucho miedo?Puede ser que se encontraban en un dolor profundo, seguramente mucho desconcierto. Sin embargo, ahí estaban. Contemplando.

Yo me pregunto si quizá estarían también en una actitud de oración que posteriormente las llevaría a una acción.

Estas mujeres, a mí, me hacen recordar el día de hoy a todos estos grupos de mujeres, madres de desaparecidos que se han organizado por ellas mismas, que se han armado de valor y que han salido a buscar a sus familiares desaparecidos. En la mayoría de los casos, los encontrarán sin vida. Estas madres que salen con picos y palas y que van y encuentran las fosas comunas, que encuentran en los terrenos, que excavan y siguen sacando huesos, huesos y huesos.

Esta es una profunda realidad de tristeza, una tristeza de muerte.

La pregunta de Jesús vuelve, ante este dolor, ¿tú qué estás haciendo?

Ante este dolor, ¿qué estamos haciendo hoy para dar sentido a la muerte de Jesús?

Hemos recorrido esta Cuaresma intentando, por medio de la oración, del ayuno, de las obras de misericordia, vivir un proceso de transformación profunda para, poco a poco, seguir construyendo el Reino de Dios.

Iniciamos hoy con esta Semana Santa en la que de una manera más intensa acompañaremos a Jesus en esta Pasión. Lo acompañaremos en su confirmación en la oración profunda con el Padre, en la angustia y la incertidumbre, hasta que pueda decir: sí. Lo acompañaremos en este camino hacia la cruz. Lo acompañaremos al morir.

Pero hoy sabemos que la historia no acaba ahí.

Sabemos que después viene la vida que celebraremos el próximo domingo cuando lleguemos a la Pascua.

Por lo pronto sigámonos haciendo la pregunta:

A mí, ¿qué me toca para responder a esta realidad que estamos viviendo?

¿Qué voy a hacer yo, para que al final del día, al final de cada día, Jesús también pueda decir de mí “ella ha hecho lo que ha podido”?

 

Escrito por:

Adriana Calzada

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