Por Adriana Calzada, CCVI
¡Jesús está vivo! Es la certeza que nos mueve y nos impulsa. La muerte no tuvo poder sobre Él y por eso decimos: ¡aleluya! Qué difícil decir aleluya en medio de tanta fragilidad. Pero esta fragilidad sólo indica nuestra humanidad. Humanidad que fue asumida por la Palabra de Dios hasta el extremo y ahora es trascendida para garantizarnos la Vida. Llegamos al “final” de este camino de reconciliación que hemos recorrido. Las y los apóstoles, por fin son capaces de reconciliar tres elementos: la identidad de Jesús, su mensaje que no comprendieron mientras Él estuvo entre ellos, y su propia identidad de seguidores. Aún les tomará unos días, pero llegarán a comprender y a asumir, y entonces saldrán. El dolor y el sufrimiento en el mundo no terminan, la muerte sigue presente al igual que los miedos. Pero la promesa de Jesús vivo que acompaña, del Cristo resucitado que nos libera y nuestro llamado a seguirle, son nuestra esperanza y fortaleza para seguir caminando. Permitámonos experimentar un profundo gozo Pascual.
* El camino de reconciliación no termina, es tarea para cada día. Pero hemos visto que de la mano de Jesús, es mucho más fácil porque nos da las pistas y la valentía para caminarlo.
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