Este es para mí un día de intensas emociones encontradas, una de ellas es el orgullo de pertenecer a la única institución pública de salud con religiosas a su servicio como uno de los pilares de la atención; otra es la de compartir este evento con gente amada y muy cercana a mi corazón; sin embargo, la última de ellas es presenciar el cierre de un ciclo de bondad, sabiduría, misericordia e interés genuino de aliviar el sufrimiento de las personas enfermas, cualidades encarnadas en las muy queridas Sores.
También es un gusto reconocer públicamente y rendir honor a quienes lo merecen por la conjunción de sus virtudes: la eminencia alcanzada en el saber, la generosidad, la vocación y la rectitud en la conducta profesional.
Queridas Hermanas, gracias por la congruencia de su pensamiento con su conducta, por su profesionalismo y valores de bases sólidas, por el amor al trabajo y a los seres humanos.
Reconocemos el testimonio que dejan del amor de Dios, de justicia, equidad y de las virtudes de servicio y entrega, ya que fueron capaces de desgastar su propia vida por los demás, pensando siempre en el bien común y en la salud de nuestros pacientes.
Supieron armonizar y enriquecer las filosofías y místicas del Instituto y las de su Congregación y así cultivar el árbol del amor y del deber y en su cultivo poner la vida toda, cuerpo y alma, aliento y esperanza.
Su ministerio fue ejemplar por su sensibilidad, entrega y calor humano con el que condujeron su misión.
Mujeres ejemplares de pasta humana amasada de bondad, sensibilidad exquisita, de honestidad sin mancha. Su espíritu nos impregnó a los que hemos compartido algún tramo de vida con ustedes, de sus sabias enseñanzas, una escuela de vida, escuela donde dominó la sonrisa, la paciencia, el estímulo y el amor.
La vida es un instante, pero el amor perdura más allá de los tiempos, así que como sus discípulos, recibimos el fuerte compromiso de continuar su legado.
Mujeres como ustedes, con esa enorme sensibilidad para saber cómo conquistar la voluntad de las personas y lograr cambios trascendentes, son quienes merecen ser no sólo recordadas en una ocasión como la de hoy, sino pasar a la historia por lo mucho que aportaron e hicieron a favor de la salud de una nación. Detrás de toda esta historia está el esfuerzo, el liderazgo y la entrega incansable.
En todo presente histórico vive y vibra el pasado, por lo que su “vida” y “obra” quedarán marcadas en nuestra enfermería del ayer, del hoy y del mañana, no como una huella que se recuerda, sino como un surco fecundo que seguirá dando frutos más allá de cuando se ha ido. Con plena seguridad tienen ya ustedes un lugar en la historia de la enfermería y en la historia de nuestro país.
Su obra y ejemplo serán siempre una inspiración en nuestras vidas y por eso les rendimos este sentido y genuino homenaje por la nobleza de sus vidas como religiosas, como enfermeras y como personas.
Que la historia recoja este acontecimiento y que se lleven ustedes para el tesoro de sus recuerdos como un puñado de oro, nuestro infinito agradecimiento.
Texto de la Mtra. Sandra Sonalí Olvera Arreola, Directora de Enfermería, Instituto Nacional de Cardiología.
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