“Este es el ayuno que deseo:“No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados. ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí”. (Isaiah 58:1-9a)
En el Evangelio de hoy vemos a Jesús con la Samaritana en el pozo de Sicar.
Jesús le dice: «Dame de beber.» «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?», responde ella.
Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
«Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
«Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
Cambiando de tema, Jesús hace que la mujer deje de concentrarse en sí misma y preste atención a su camino interior. Yendo más a fondo, le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
Ella confiesa que no tiene marido, Jesús le ayuda en enfocarse en su realidad y reconozca que ha tenido cincos maridos. En este momento, ella se da cuenta de la identidad de Jesús y le dice: “Veo que eres un profeta” y cuando él habla del deseo de su Padre de ser venerado en Espíritu y en Espíritu y en Verdad, y no necesariamente en esta montaña o en Jerusalén, ella llega a la conclusión de que Él debe ser el “precursor” del Mesías.
En ese momento Jesús le revela: «Yo soy, el que te está hablando.»
La mujer deja su cántaro y se va al pueblo para darles LA BUENA NOTICIA a todos: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?»
De una vida inmoral a una vida de proclamación del Evangelio, la Samaritana nos enseña a “escuchar la Palabra de Dios” y practicarla. Ella estuvo abierta al “don de Dios” en su experiencia de conversión y comenzó su camino espiritual bebiendo el Agua de la Vida. «El agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.». (Juan 4:5-42)
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