Jesús le descubrió su corazón a Santa Margarita Alacoque, diciendo: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a la humanidad y tan poco amado a cambio».
Moisés le dice a la gente cuánto Dios los ama y por qué los escogió como su pueblo:
«Porque tú eres un Pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, porque son el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a ustedes, por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto.
Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, un Dios fiel: a los que aman y guardan sus preceptos, les mantiene su alianza y su favor por mil generaciones; pero al que lo aborrece, le paga en persona sin hacerse esperar, al que lo aborrece le paga en persona.
Pon en práctica estos preceptos y los mandatos, y decretos que hoy te mando».
(Dt. 7:6-11)
San Juan el Evangelista nos dice por qué debemos amarnos unos a otros:
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros,
porque el amor viene de Dios,
y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce.
El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Así manifestó Dios su amor entre nosotros:
en que envió a su Hijo unigénito al mundo
para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó
y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.
Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así,
también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente.
¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y declaramos
que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo.
Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama.
Dios es amor. El que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él.
San Mateo nos invita a aprender de Jesús que es MANSO y humilde de corazón… Para que tengamos descanso para nuestras almas.
En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo:
¡Te alabo, ¡Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos,
se las diste a conocer a la gente sencilla!
Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.
Todo me lo ha encomendado mi Padre.
Nadie conoce al Hijo, sino el Padre;
nadie conoce al Padre, sino el Hijo y
aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
Vengan a mí, los que están cansados y agobiados,
y yo los aliviaré.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí,
que soy tolerante y humilde de corazón,
y encontrarán descanso para su vida.
Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
Mt 11:25-30
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